jueves, 4 de junio de 2015

Carcundia, ciudad sin ley.

Imagínense, queridos paganini, que viven ustedes en una ciudad llamada Carcundia. Es una ciudad seria, reposada, poco proclive a sobresaltos y en la que mandan, como toda la vida de dios ha sido, el médico, el cura y el sargento de los civiles.
Vamos a dejar a un lado, por el momento, al cura y al sargento de los civiles y hablemos de los médicos. En concreto de cómo la posibilidad de que los médicos ejerzan su digna profesión en la sanidad pública por las mañanas y luego, por las tardes, echen unas "peonás" en sus consultas privadas no es bueno para los pacientes ni, mucho menos, para sus bolsillos.
Imaginemos que en Carcundia todos los médicos de la especialidad de, digamos, pediatría,
tienen su plaza fija en la sanidad pública. Como se les permite hacer horas, fuera de su horario laboral en la pública, en sus consultas privadas (cobrando jugosas minutas, por supuesto) y éstos médicos de Carcundia se han aficionado a cosas más bien caras, pues todos mantienen abiertas consultas privadas en las que atienden a un selecto grupo de pacientes que han reunido a base de mucho esfuerzo, mucho pasar manos por la chepa y mucho tiempo.
Como esos médicos tienen la plaza fija y el sueldo asegurado independientemente de los culos de niños que vean al día, no tienen ningún estímulo para ver cuantos más pacientes mejor, es más, como lo de trabajar cansa, cuantos menos culos, gargantas y oídos examinen mucho mejor para ellos, el pago por cada acto médico es mayor cuantos menos actos hagan (consultas) ya que el sueldo es fijo.
Por las tardes, en sus consultas privadas, lo que cobran no es fijo, si ven muchos niños cobran mucho y si ven pocos cobran poco así que les interesa ver a cuantos más niños mejor y para eso están dispuestos a estar todas las horas posibles en sus consultas privadas.
El tiempo que pasan en la pública depende de varios factores: la hora a la que entran (los médicos no fichan en sus centros de salud ni hospitales, eso es una grosería que se queda para los currelas...), el tiempo que dedican a tomarse cafelitos y charlar con los colegas o el que dedican a recibir visitadores de las compañías farmacéuticas (dejaremos ahora aparte los regalos que algunos médicos están tentados de dejarse hacer como por ejemplo perros de raza, viajes a presuntos congresos "interesantísimos" en lugares turísticos, etc.)
Ahora hablemos de la calidad de la asistencia que el sistema les induce a prestar. Recordemos que todos los médicos de la ciudad, e incluso de la provincia, trabajan en la pública y en sus consultas privadas, en estas condiciones los médicos no están motivados para atender de buena gana a sus pacientes, a dedicarles algún minuto más para interesarse por cuestiones accesorias al propio motivo de la consulta ni a atenderles, digamos, con amabilidad y cariño. Sean amables o no, van a cobrar el mismo sueldo.
Los pacientes, en este caso los padres de los niños, son sensibles a los buenos y malos tratos, de modo que preferirán que les traten bien a que les traten de forma desconsiderada aunque el diagnóstico y el tratamiento sean correctos. O sea que la amabilidad es un plus que el médico está tentado de reservarse para su consulta privada. En la privada no puede permitirse el lujo de manifestar su enfado o hacer ver que ha pasado mala noche porque eso le reduce prestigio e ingresos, pero en la pública da igual.
Si todos los médicos de la pública tienen su consulta privada entonces el sistema les estimula para reducir todo lo posible el número de pacientes que ven en la pública y además, para los que atienden, están estimulados a tratarles lo peor que puedan porque así se aumenta el número de pacientes que desean ser bien atendidos y que saben que en la privada se les va atender pronto y amablemente.
Si los médicos en la pública limitan al máximo el número de pacientes que atienden entonces la lista de espera es máxima: gente enferma, agobiada y con expectativas de ser atendidas tarde gratis o pronto pagando.
En estas condiciones es de suponer que muchos pacientes, los que tengan el dinero necesario, optarán por ir a la privada para así verse atendidos pronto y amablemente.
Entonces ¿por qué no es bueno para los pacientes que los médicos puedan trabajar en sus consultas privadas? Pues porque ello les incita, con todo el poder del dinero, a tratar de forma desabrida y maleducada a los pacientes en la pública además de a reducir el número de pacientes que atienden.
¿Por qué es malo para sus bolsillos? Pues casi que no hace falta explicarlo pero las cotizaciones a la seguridad social en Carcundia son obligatorias para todo el mundo, vaya o no al médico, y si van a la consulta privada tienen que pagar aparte por un servicio que ya están pagando obligatoriamente.
Pero, vamos, todo esto sólo pasa en Carcundia que es una ciudad imaginaria donde los médicos son unos peseteros, en ninguna de las ciudades reales que el zarampo conoce pasa lo que pasa en Carcundia. Y es que en Carcundia los médicos tienen una serie de incentivos perversos para atender lo peor posible a sus pacientes.
Disfruten todo lo que puedan queridos paganini ...

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