martes, 21 de julio de 2015

Las dudas de un galveño.

Estaba esta tarde en la piscina, bueno, más bien en el jacuzzi y me he acordado de las dudas que tenía un chaval como el zarampo en su infancia, al hilo de esas dudas me he acordado de alguna otra cosa de aquella época en blanco y negro.
Fui el último, para gran deshonra mía, de los muchachos de mi edad en ponerse pantalón largo. Yo se lo pedía a mi madre una y otra vez, mira que ya lleva pantalón largo Fabi ..., mira que ya lo lleva Joaquín, mira que voy haciendo el ridículo, que se ríen de mí los muchachos ..., pero ella ni puto caso, que tienes que ir con los pantalones cortos así esté cayendo una pelona del mil demonios y te salgan cabrillas en las piernas al tiempo que sabañones en las orejas. 

No veía nunca llegar el día en que podría ir "de hombre". Los primeros pantalones largos fueron para un  invierno y por aquello de combatir el frío de la estepa castellana pero, mi gozo en un pozo..., la primavera siguiente volví al pantalón corto, no sé por qué tendría mi vieja ese empeño en que fuera "de niño", puede ser que quisiera que no madurara nunca, ¡vive dios que eso lo logró!. 
Al final conseguí llevar pantalón largo también en verano pero eso duró poco porque pronto me entró la vena inconformista de la adolescencia y me puse pantalones vaqueros cortados. Ahí tenías que ver a los hombres del pueblo diciendo que eso de enseñar las piernas lo hacían las mujeres, que los hombres no. No me dejaban entrar en los bares de hombres con pantalón corto ...
Esto era allá por los años setenta y cinco o setenta y seis, definitivamente estaba mal visto por los hombres como deben ser los hombres en el pueblo, que un ciclán como el zarampo llevara pantalones cortos, si había que sudar se sudaba pero las piernas no las enseñan los hombres, eso sólo se les permite a los niños.
Vino después el siguiente problema, arduo de resolver, una vez conseguido el tan deseado pantalón largo en verano me asaltó una duda existencial, una gran duda, una gran preocupación, si ya era hombre para llevar pantalón largo, incluso de pana en invierno, ¿cuándo tendría que ponerme la boina?
No es que uno tuviera especial interés en llevar boina pero si se había hecho hombre tendría que ir como van los hombres, es decir, ¡con su boina!
El ejemplo de mi padre, que no llevaba boina, no valía, mi padre siempre fue un poco revolucionario desde que se le ocurrió el negocio de comprar muñecas sin cabeza y las cabezas por separado para montarlas en Gálvez, no valía ese ejemplo. 
Los maestros tampoco eran buenos ejemplos porque los había que la llevaban, como don Ernesto y quienes no la llevaban, como don Mariano, pero eso tampoco vale, eran maestros y yo me había hecho un hombre del pueblo y los hombres en mi pueblo llevaban boina, ¡como debe ser!
Pregunté a mi vieja un día en la comida por cuándo tendría que ponerme la boina y ella se atragantó de la risa pero no me resolvió la duda.
Creo que al final el tema lo aparqué y dejé de preocuparme por ello, pasaba el tiempo y nadie me decía que me la pusiera, así que lo olvidé cuando los ardores de la adolescencia ocuparon toda la escasa capacidad de proceso de mi neurona. Después una cosa llevó a la otra y, claro, una vez en Madrid para estudiar la carrera, allí no se veía a nadie con boina, si acaso algún vasco pero esos eran todos etarras, tampoco valía el ejemplo así que lo olvidé definitivamente, pero fue una preocupación intensa durante largo tiempo.
Y bueno, eso era todo lo que quería contar de lo que me he acordado esta tarde. La foto es la típica de la escuela en aquellos años, sólo tiene un detalle curioso y es el trasquilón del flequillo que me lo hizo mi hermana la grande jugando a que yo era su perro y podía hacerme lo que quisiera... Siete hermanas y ningún hermano ... Si es que me he ganado ya la gloria a pulso ...
Hale, pasen ustedes el mínimo calor posible, aunque está difícil en este duro julio.


4 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Estampa compartida, Javier, por eso de los pantalones y tal...; lo de la boina nunca fue una preocupación para mí, aunque de la manera más natural del mundo, cuando se me comenzaba a ver el cartón, como a las muñecas, la adopté hace, calculo, unos veinte años, y ahora va conmigo a todas partes (en verano, gorrilla con visera, más propia para los calores), y siempre con la cabeza cubierta.

Gracias por traerme una sonrisa esta mañana.

Un abrazo.

Antonio Martín dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Antonio. Esas dudas de la infancia ..., me alegro de haberte sacado una sonrisa.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Hola me he metido en tu blog..pero no me sale nada q tengas actualizado..ya me dirás me encanta leer y estas historias,nos tocan a todos de una forma u otra..un beso

Antonio Martín dijo...

Gracias por el comentario Unknown

Sí, hace un poco que no lo actualizo, lo mismo dentro de poco salgo de mi mutismo.

Saludos